miércoles, 15 de junio de 2011

Marisa y Simón

O hablemos del amor y la amistad…


Susana Llahí

¿Es una historia?, por supuesto. Pero… ¿dónde está el conflicto a resolver?: en los sentimientos, sólo en los sentimientos. En aquellos que se manifiestan en forma muy parecida en todas las edades, en aquellos sentimientos que son tan celosamente próximos al adolescente como a cualquier edad de la adultez y que por supuesto, resuelven más fácilmente las mujeres que los hombres. Una escuela, un grupo de jovencitos, una maestra y un profesor. Dos chicos que se aman sin que él se atreva a decírselo a ella, dos colegas docentes que también se aman sin que él pueda decírselo a ella. En el medio las bromas, complicidades y solidaridades de los chicos para colaborar en el armado de los romances.
La danza en Marisa y Simón conmociona, moviliza los sentidos y concentra la percepción, dos bellísimas escenas ilustran lo dicho: la de los cuerpos geométricos, que profundiza formas estéticas haciendo que objetos, movimientos, música e iluminación invadan creativamente el espacio y luego, el momento en que el profesor intenta aprender a bailar, allí se produce un riquísimo entrecruzamiento entre la torpeza, simpleza y ternura que aporta la mímica y expresividad del clown y la gracia y ductilidad del baile. Pero más allá de la danza, del muy bien utilizado desplazamiento escénico, la pieza tiene la particularidad del discurso con ritmo, en base a una forma especial de subrayar la palabra. En algunos parlamentos la palabra se hace colectiva, se transforma en hipérbole de sí misma y adquiere una fuerza y belleza singular: todos preguntan, todos se asombran, todos responden igualando tono, mueca y gesto, todos comienzan e interrumpen al unísono. En otros momentos el diálogo se transforma en un contrapunto sobremarcado. Más allá de los momentos musicales podríamos hablar de música hecha con palabra, a veces complementada con música instrumental. Los gestos, ajustadísimos, parecen marcar un compás que da letra a los momentos en que no hay oralidad.
Los docentes de esta escuela presentan el conveniente estereotipo, pero la caricatura no conduce a la crítica negativa, simplemente mira con afecto los aspectos risibles y queribles de estos personajes fáciles de reconocer en sus tics. Así, el profesor,
estructuradísimo en su forma de ser y de vestir (con sus pantalones al tobillo), constantemente deja al descubierto que su rigidez parte de la timidez, de su incapacidad para mostrar lo que siente. Y en la docente, aparece la marca de “mandona” indulgente y comprensiva. Los estudiantes, perfectos adolescentes, muestran sus ansias, curiosidades, miedos y a veces, el deseo de no abandonar la infancia. La actuación se muestra en clave de clown y el clown es un transgresor, todo lo que estos personajes satirizan es referencial al espectador, burla suave que enternece y produce mucha comicidad.
Entre los recursos que provienen del clown uno de los más destacables es la mirada. El clown mira de frente, con los ojos muy abiertos y expresión de sorpresa. Mirada limpia que no puede ocultar nada de lo que siente y desea. Y los personajes de Simón y Marisa constantemente tienden ese puente, para que en sus miradas el espectador encuentre lo que puebla su interioridad y como cómplice se solidarice con sus problemas o apruebe sus picardías.
La escenografía muy simple, se organiza en base a los muebles escolares funcionales a los desplazamientos por el espacio escénico. Y un plus de sentido, que al mismo tiempo da una belleza especial a la escenografía, lo aportan las ventanitas que señalan el despertar de cada personaje. La selección musical, muy cuidada, acuerda con el tono de cada momento y la iluminación, señala, colorea y agrega espacios y objetos.
En esta pieza Claudio Martínez Bel aúna su extensa y productiva experiencia de clown a la solidez como bailarina y coreógrafa de Silvina Grinberg. La acertada dirección logra que todos los signos escénicos comprometan su “que significa” engrosando la semántica de la pieza, todo habla en su lenguaje particular.
Un espectáculo, que por su calidad escénica, su frescura y su especial manera de mirar el comienzo de la adolescencia y la relación con el mundo adulto se transforma en una puesta obligada para la salida familiar y comunitaria de las escuelas.



Marisa y Simón de Claudio Martínez Bel. Teatro Nacional Cervantes. Libertad 815, T.E.: 48164224. Sábados y domingos 15 hrs.
Elenco: María José Gabín. Claudio Martínez Bel. Sofía Martínez. Andrés Molina. Bárbara Alonso. Celia Argüello Rena. Luz María Congiusti. Macarena Orueta. Fernando Ganino. Franco La Pietra. Daniel Núñez. Julián Pucheta. Cristian Vega. Producción TNC: Melina Ons. Fotografía: Gustavo Gorrini. Diseño gráfico: Lucio Bazzalo. Asistencia de dirección: Mónica Quevedo. Asistencia coreográfica: Nora Moreno. Edición musical: Mariano Cossa y Silvina Grinberg. Diseño de iluminación: Miguel Ángel Solowej. Diseño de vestuario: Analía Morales. Diseño de escenografía: Mario Pasculio. Coreografía y dirección: Silvina Grinberg.








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