jueves, 30 de junio de 2011

En la isla Cacahuete (2010/2011) de Andrea Isola

Una isla, un tesoro, una historia con mucho humor.


María de los Ángeles Sanz


Sábado a la tarde en Buenos Aires; una tarde fría que inaugura el invierno, sin embargo, un espacio caribeño, y una historia llena de luz y color espera para tomar vida a través de los cuerpos de los actores. El lugar, El Archibazo1, espacio cultural en pleno barrio del Abasto que ofrece a los artistas y aquellos que gozan con la buena lectura, la música, la plástica, es decir, el arte en todas sus manifestaciones, la posibilidad de tener un lugar de encuentro. En esta sala con una extensa y muy interesante trayectoria en el campo cultural de Buenos Aires, se presenta un grupo talentoso de actores con la obra para niños En la isla Cacahuete de Andrea Isola, la pieza que ya se había presentado el año pasado en el Vitral.2 El grupo como ellos mismos nos relatan se formó cuando: “Nos conocimos en el Colegio Superior de Artes del Teatro y la Comunicación, Andamio ’90, (fundado por Alejandra Boero). Cada uno de nosotros venia de recorrer caminos muy diferentes en cuanto a la formación artística, sin embargo, nos hicimos amigos y luego nos unió en el trabajo Andrea Isola con su propuesta. Ella es quien escribió y dirigió la puesta en escena. Hace más de un año que estamos trabajando en este proyecto con el objetivo de llegar a nuestro público, los niños, con el mejor producto posible. Coincidimos en que el teatro es una herramienta de transmisión, formación y comunicación; vital para el desarrollo de la imaginación en la niñez. Este es nuestro objetivo, llegar a los niños desde la fantasía, para que puedan crear y creer, en la ilusión. Creemos también que el teatro y el arte en todas sus formas genera esperanza, sorpresa, reflexión, felicidad y libertad.” De esa manera, con un relato simple pero divertido, la búsqueda de un tesoro en una isla exótica, todos los recursos apuntan al entretenimiento inteligente del espectador más difícil. Los actores del Grupo de teatro, La puerta, componen graciosos y pintorescos personajes, dos hermanas; Romualda, “la capitana cobra” (Juana Chazarreta), y Anastasia, (Andrea Isola) su superficial hermana, que se quieren más allá de la aventura, y a pesar de sus diferencias; Cientific, un científico despistado, (Gustavo Reverdito); el bello Lorenzo, (Leandro Barceló), un investigador galán y seductor, conocedor de los mares y las estrellas; todos extraños al mundo de naturaleza que la isla propone y que trabajan en contraste con aquellos que son los habitantes del lugar, la Maga, (Cecilia Nicolich) y sus dos ayudantes, Plumita y Plumón, (Analía Sirica y Sofía Dunayevich Daly). Mientras los primeros quieren adueñarse del tesoro de la isla, una ciudad hecha de oro, los otros intentan salvarla, ya que la consideran su legítima herencia. Los gags se suceden, las canciones detienen la acción pero le dan el ritmo y la alegría necesarios para que el espectador participe con sus palmas, cuando no se lo invita desde el escenario a ingresar directamente en el recorrido del relato. El colorido del vestuario, y la escenografía acompañan funcionalmente la historia y construyen el espacio que marca el adentro y el afuera, los que son sus naturales moradores y los que la invaden con su presencia diferente. El texto se vale de los equívocos y el doble sentido de las palabras, para producir la risa, pero es la impronta de la actuación, el trabajo con el cuerpo, el que logra darle la expresión necesaria para producir la empatía con el público. La puerta, es el nombre del grupo, y es la entrada al mundo de la imaginación y el juego, a la búsqueda de muchos secretos aún por descubrir.







En la isla Cacahuete de Andrea Isola. Grupo de teatro La puerta. Elenco (por orden alfabético) Leandro Barceló, Juana Chazarreta, Sofía Dunayevich Daly, Andrea Isola, Cecilia Nicolich, Gustavo Reverdito, Analía Sirica. Coreografías: Analía Sirica. Letra y música de las canciones: Andrea Isola. Realización Musical: Cristian Iglesias y Emiliano Caudet. Asistencia Técnica: Natalia Olier. Fotografía: Leo Molina, Natalia Olier, Alejandro de Giovanetti .Asistente de Dirección: Gustavo Reverdito. Dirigida por Andrea Isola. Sábados de Junio y Julio a las 16:00 hs. en el Centro Cultural “El Archibrazo”, ubicado en Mario Bravo 437, en el Barrio de Almagro. Más info en: www.enlaislacacahuate.blogspot.com Entrada: $30. Natalia Olier. 011-156846-2245. Prensa & Difusión











1El Archibrazo era antiguamente el nombre de una imprenta y editorial artesanal que vivió bajo el encantamiento de Juan Andralis, exponente fundamental del surrealismo en Argentina. Juan Andralis estudió pintura con el artista surrealista Batlle Planas y luego viajó a París para integrarse a las filas del movimiento surrealista liderado por Breton. Participó en varias muestras colectivas junto a Man Ray, Max Ernst, Wifredo Lam y demás. Trabó amistades con Tristan Tzara, Marcel Duchamp, Jean Pierre Duprey, Benjamin Péret, entre otros. Luego trabajó como diseñador junto a Cassandre y a su regreso fue diseñador del departamento de artes gráficas del Instituto Di Tella y editor de libros. Este lugar constituyó un centro de práctica y difusión del surrealismo, oculto y preciado referente de artistas y poetas durante casi treinta años. Aquí se dieron cita Aldo Pellegrini, Jorge Luis Borges, Enrique Molina, Griselda Gambaro, Juan Carlos Distéfano, Rubén Fontana, Edgar Bayley, Francisco Madariaga, León Ferrari, Federico Peralta Ramos, Pierre Cantamessa, Pedro Roth, Juliano Borobio, Victor Grippo, Remo Bianchedi, Juan Carlos Romero, Arden Quin, Martin Blaszko, Juan Mele, Rómulo Macció, Luis Felipe Noé, Victor Chab, Julio Silva, Roberto Aizenberg, Mariano Etkin, Adriana de los Santos, Gustavo Ribicic, Rubén de León, Robertino Granados, Hugo Santiago, Basilia Papastamatiu, Dolores Etchecopar, entre otros. También estuvieron allí los integrantes del Movimiento Surrealista ACTUAL de París en su paso por Buenos Aires: José Pierre, Jean Schuster, Edouard Jaguer, Anne Ethuin. Era este un lugar en el que funcionaba, entre los rugidos de las máquinas tipográficas, una escuela informal de diseño, en la que los discursos eclécticamente universitarios se fusionaban con otros saberes inéditos, móviles, renovadores. Donde en cursos informales confluían todas las artes para difundir las experiencias de las vanguardias y neovanguardias a través de sus protagonistas. La antigua imprenta, el Archibrazo, se transfigura ahora en un centro creado a partir de la puesta en relación de las múltiples vías de manifestación artística, lugar de intercambio de experiencias, de asociaciones y agrupamientos en una red que abre su trama al extremo de lo posible. Se presentan en su página web como una cooperativa de trabajo que sostiene un proyecto socio-cultural dando respuestas a necesidades concretas de la comunidad. Buenos Aires es una ciudad en ebullición de proyectos culturales independientes. Faltaba sin embargo un sitio en el que los artistas contemporáneos de todas las áreas se reunieran, investigaran, generaran ideas y obras, trabajaran en forma colectiva y expusieran los efectos de multiplicación de este intercambio. Tampoco había centros de capacitación que se nutrieran de este tipo de experiencias. Por este motivo el Archibrazo está concebido como un centro de reunión para la gestión y realización de proyectos artísticos. Un centro de capacitación permanente en diversas artes y oficios, por medio de la creación colectiva y la experimentación. El proyecto contempla, asimismo, la gestión de proyectos sociales a partir de los cuales se estrechen los vínculos con la comunidad constituyéndose un espacio de visualización y foro de discusión de problemáticas emergentes.

2 "En la isla Cacahuete" se viene llevando adelante desde hace un año. La obra se estrenó el año pasado en el teatro del "Centro de Participación Cultural de la Costa", en Vicente López, donde hicimos dos funciones a la gorra. La experiencia fue muy buena porque los chicos se engancharon con las canciones, los personajes y el humor que tiene la obra. Se relacionaban con los personajes dialogando con ellos, dándoles indicaciones, o ayudándolos con sus objetivos en escena. También hicimos durante un mes funciones en el teatro Vitral, los sábados y domingos. Fue una experiencia que le dio mucho ritmo a la obra y a nosotros también. Otra experiencia que tuvimos el año pasado, fue una función a beneficio que hicimos en la "Multisectorial de vecinos de San Cristóbal", fue una de las más maravillosas, por la participación y el agradecimiento del público.











miércoles, 15 de junio de 2011

Marisa y Simón

O hablemos del amor y la amistad…


Susana Llahí

¿Es una historia?, por supuesto. Pero… ¿dónde está el conflicto a resolver?: en los sentimientos, sólo en los sentimientos. En aquellos que se manifiestan en forma muy parecida en todas las edades, en aquellos sentimientos que son tan celosamente próximos al adolescente como a cualquier edad de la adultez y que por supuesto, resuelven más fácilmente las mujeres que los hombres. Una escuela, un grupo de jovencitos, una maestra y un profesor. Dos chicos que se aman sin que él se atreva a decírselo a ella, dos colegas docentes que también se aman sin que él pueda decírselo a ella. En el medio las bromas, complicidades y solidaridades de los chicos para colaborar en el armado de los romances.
La danza en Marisa y Simón conmociona, moviliza los sentidos y concentra la percepción, dos bellísimas escenas ilustran lo dicho: la de los cuerpos geométricos, que profundiza formas estéticas haciendo que objetos, movimientos, música e iluminación invadan creativamente el espacio y luego, el momento en que el profesor intenta aprender a bailar, allí se produce un riquísimo entrecruzamiento entre la torpeza, simpleza y ternura que aporta la mímica y expresividad del clown y la gracia y ductilidad del baile. Pero más allá de la danza, del muy bien utilizado desplazamiento escénico, la pieza tiene la particularidad del discurso con ritmo, en base a una forma especial de subrayar la palabra. En algunos parlamentos la palabra se hace colectiva, se transforma en hipérbole de sí misma y adquiere una fuerza y belleza singular: todos preguntan, todos se asombran, todos responden igualando tono, mueca y gesto, todos comienzan e interrumpen al unísono. En otros momentos el diálogo se transforma en un contrapunto sobremarcado. Más allá de los momentos musicales podríamos hablar de música hecha con palabra, a veces complementada con música instrumental. Los gestos, ajustadísimos, parecen marcar un compás que da letra a los momentos en que no hay oralidad.
Los docentes de esta escuela presentan el conveniente estereotipo, pero la caricatura no conduce a la crítica negativa, simplemente mira con afecto los aspectos risibles y queribles de estos personajes fáciles de reconocer en sus tics. Así, el profesor,
estructuradísimo en su forma de ser y de vestir (con sus pantalones al tobillo), constantemente deja al descubierto que su rigidez parte de la timidez, de su incapacidad para mostrar lo que siente. Y en la docente, aparece la marca de “mandona” indulgente y comprensiva. Los estudiantes, perfectos adolescentes, muestran sus ansias, curiosidades, miedos y a veces, el deseo de no abandonar la infancia. La actuación se muestra en clave de clown y el clown es un transgresor, todo lo que estos personajes satirizan es referencial al espectador, burla suave que enternece y produce mucha comicidad.
Entre los recursos que provienen del clown uno de los más destacables es la mirada. El clown mira de frente, con los ojos muy abiertos y expresión de sorpresa. Mirada limpia que no puede ocultar nada de lo que siente y desea. Y los personajes de Simón y Marisa constantemente tienden ese puente, para que en sus miradas el espectador encuentre lo que puebla su interioridad y como cómplice se solidarice con sus problemas o apruebe sus picardías.
La escenografía muy simple, se organiza en base a los muebles escolares funcionales a los desplazamientos por el espacio escénico. Y un plus de sentido, que al mismo tiempo da una belleza especial a la escenografía, lo aportan las ventanitas que señalan el despertar de cada personaje. La selección musical, muy cuidada, acuerda con el tono de cada momento y la iluminación, señala, colorea y agrega espacios y objetos.
En esta pieza Claudio Martínez Bel aúna su extensa y productiva experiencia de clown a la solidez como bailarina y coreógrafa de Silvina Grinberg. La acertada dirección logra que todos los signos escénicos comprometan su “que significa” engrosando la semántica de la pieza, todo habla en su lenguaje particular.
Un espectáculo, que por su calidad escénica, su frescura y su especial manera de mirar el comienzo de la adolescencia y la relación con el mundo adulto se transforma en una puesta obligada para la salida familiar y comunitaria de las escuelas.



Marisa y Simón de Claudio Martínez Bel. Teatro Nacional Cervantes. Libertad 815, T.E.: 48164224. Sábados y domingos 15 hrs.
Elenco: María José Gabín. Claudio Martínez Bel. Sofía Martínez. Andrés Molina. Bárbara Alonso. Celia Argüello Rena. Luz María Congiusti. Macarena Orueta. Fernando Ganino. Franco La Pietra. Daniel Núñez. Julián Pucheta. Cristian Vega. Producción TNC: Melina Ons. Fotografía: Gustavo Gorrini. Diseño gráfico: Lucio Bazzalo. Asistencia de dirección: Mónica Quevedo. Asistencia coreográfica: Nora Moreno. Edición musical: Mariano Cossa y Silvina Grinberg. Diseño de iluminación: Miguel Ángel Solowej. Diseño de vestuario: Analía Morales. Diseño de escenografía: Mario Pasculio. Coreografía y dirección: Silvina Grinberg.