domingo, 27 de mayo de 2012

La infancia de Clara de Florencia Aroldi


Clara nos recibe mirando por el telescopio que le regaló su abuelo, con él como herramienta que extiende la mirada al infinito camina sobre el proscenio delante de una tela blanca que hará, atravesada por un haz de luz azul, ver las figuras humanas, la de ella y sus amigos, fantasmagóricas, en relieve, figuras de contorno que se mueven, saltan, bailan, realizan cabriolas, juegan. La tela que oculta los cuerpos, es retirada y entonces los personajes aparecen delante del espectador en la encarnadura de sus tres dimensiones y en la determinación de su voz.  El telescopio es abandonado, porque Clara deja de mirar hacia las estrellas, hacia lo lejano, para ingresar en el tiempo de su presente; mientras una pareja de músicos acompañan con su rítmica melodía, el juego de esconderse y aparecer. Metáfora de la vida, su amigo, tiempo, le ofrece un presente, regalo o momento de ese instante, pero a la vez esconde el pasado y el futuro. Clara es la infancia que se mueve en un juego amenazado por el silencio al que se le suma, el olvido del lenguaje y de la memoria, para ocultar la verdad y confundirla con la mentira, encerrándola en los extremos de las cosas: blanco o negro, cierto o falso, amigo o enemigo.  El tiempo que todo lo devora, como dijo alguna vez el poeta, también teme Clara que la devore a ella; sin embargo, el malentendido se resuelve, uniendo el pasado con el presente y dándole a Clara la oportunidad de gozar de su tiempo, el de la infancia, para vivirlo con intensidad. Clara es Florencia Aroldi, quien también es la autora de un texto, tan bello como ingenioso donde el lenguaje se extiende utilizando los procedimientos que la poesía y la gramática le ofrecen y permite decir con ritmo, humor y sagacidad un núcleo de conceptos, difíciles si de teatro para niños se trata. Los actores que la acompañan conforman un grupo armonioso que trabaja con ductilidad el cuerpo, y se mueven en el espacio con gracia, coreográficamente hablando. Lo visual que fue trabajado al comienzo, recibe el mismo cuidado en el desarrollo de la puesta que presenta un vestuario divertido y funcional, de colores vivos donde prima lo imaginativo. Estructurado el texto en la dicotomía de los opuestos, el espectador asiste atento a la singularidad de ver a la heroína no atormentada por hadas o madrastras malvadas o dragones que echan fuego, sino por la confusión que provoca el uso del lenguaje cuando oculta la línea que lo une con el pasado, indispensable para poder pensar el presente con continuidad de futuro. Clara pierde el tiempo que fue su amigo, y a partir de allí, todo no es más que datos sueltos que nada dicen en realidad, su propio relato como el de la ciencia está fragmentado por su ausencia y el lenguaje se vuelve un balbuceo incomprensible. Los personajes tampoco son entonces los habituales en un relato infantil, sino que simbolizan los conceptos con los que la vida juega con sus criaturas, la verdad tan manipulada, la mentira tan sinuosa, la memoria atravesada por un olvido que intenta la confusión de Clara a través de la ambigüedad del lenguaje; personajes intangibles que la presencia y la buena actuación les otorga la consistencia de lo real. Los espectadores atentos siguen las acciones que llevan adelante Clara y sus amigos, disfrutan, se ríen e intervienen atrapados por una historia singular.









La infancia de Clara1 de Florencia Aroldi. Elenco: Clara (Florencia Aroldi), Sr. Tiempo /Confusión (Pablo Pattenden), Belén Meana (Lenguaje /Srta. Verdad), Julio De la Hoz O’Byrne (Don Olvido/Eco); Soledad Antelo (Doña Memoria/Hermana Extremidad), Verónica Antelo (Mentira /Hermana Extremidad); Andrés Casabe (percusión), Clara Aita (guitarra y percusión) Colaboración en escenografía: Pablo Pattenden. Dirección: Claudia Vargas. Producción ejecutiva: Marina Kryzczuk. Teatro Auditorio Losada.






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1 El texto La infancia de Clara fue declarado de interés cultural por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en el marco de “Buenos Aires Capital mundial del Libro 2011”. Y la puesta de Claudia Vargas fue elegida dentro del Programa de extensión universitaria de la UBA “Fuera del aula”. La misma se representó en el Centro Cultural Ricardo Rojas.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Rojo de Liliana Bodoc


Rojo, junto con Blanco, Amarillo, Verde y Negro forma parte  del grupo de cuentos de Sucedió en colores, texto de Liliana Bodoc. La dramaturgia, realizada por la misma autora, coloca el acento escénico en la alternancia de narración, diálogo y danza, con lo que logra un texto que mantiene la belleza del original.
La historia nos presenta una imagen de Diablo, tan humanizada, tan dominada por la madrina (a falta de madre), tan parecida a cualquier mortal, que nos resulta sumamente simpática. Y que además, ese Diablo no sea demasiado inteligente porque, como reflexiona el narrador: muy poco talento ha de tener quien, pudiendo ser luz y risa, eligió ser una pesadilla, consigue de inmediato nuestra adhesión.
            La acción se estructura como cuento enmarcado. Un narrador, que también pertenece al averno ya que le dan vida tres diablillos que ofician como ayudantes, es quien nos introduce en la historia, nos presenta a los personajes y además, entrama las escenas con breves resúmenes.
El universo ficcional nos sumerge en el tiempo mágico del cuento encantado: lugares de “había una vez”, Diablo, Bruja y una dulce jovencita (que resultó toda una sorpresa) y el hechizo con el número mágico de los tres “sí”. Podríamos hablar de fábula, pues en la historia, una vez más, hay un burlador que puede resultar burlado cuando tiene ante sí alguien más inteligente o astuto. Aquí el objetivo es el amor, motivo muy dulce y convincente: el burlador enamorado fue burlado por una hermosa bruja enamorada.
El Diablo, en su accionar, se aparta del estereotipo que lo define tradicionalmente; la actuación marca características bondadosas, con sentimientos que abordan la tristeza y la desolación. Rubilda es la simpática caricatura de una paisanita de alguna zona argentina, muy bien lograda en los tonos y gestualidad, cuya complicidad con el espectador alcanza momentos festejados con la carcajada. Y la bruja, es la típica bruja, con tonos, posición corporal, cara y gestos de bruja preocupada porque su ahijado no logra concretar el hechizo. El trabajo actoral del narrador imprime a la pieza un ritmo intenso y sostenido, en él, el excelente maquillaje concreta una máscara sumamente expresiva.
            Creemos, que el vestuario merece un elogio especial. En su confección se une la meticulosidad y el buen gusto. El predominio del rojo está matizado por los trajes de los diablillos en bordó amarronado. Rubilda presenta en su vestimenta un pequeño matiz fuera del rojo, señalando su pertenencia a la tierra. Los paneles que conforman la escenografía tienen también el color del infierno. El degradé tonal, sumado a la calidad de los materiales, constituye un interesante aporte de belleza visual. Pero además, colabora con fuerza en el “qué significa”: el espectador se encuentra en el límite entre el infierno y la tierra y por obra y gracia de la acertada ambientación puede ubicarse en el mercado o en el infierno según convenga.
            La música presenta muy buenos arreglos de temas conocidos y la danza, de coreografía sencilla, luce con gracia, pautada y precisa. Resumiendo, en esta puesta, todos los elementos armonizan en un conjunto que evidencia una muy buena dirección.
 

               








Rojo de Liliana Bodoc con dramaturgia de la misma autora. Teatro: “El Extranjero”, Valentín Gómez  3378. T.E. 4862-7400. Domingos a las 17
Compañía teatral: Tres gatos locos. Elenco: Federico Acosta. Juan Gabarra. Josefina Lamarre. Galileo Bodoc. Diseño de vestuario: Alejandro Baamonde y Aravinda Juárez. Diseño y realización escenográfica: Lina Boselli y Darío Tarasewicz. Arreglos musicales: Francisco Martínez Castro y Josefina Lamarre. Edición musical y de sonido: Fernando Cerra. Maquillaje: Lisandro Outeda. Iluminación: Adrián Herrera. Ilustraciones: Clara Keys y Gonzalo Kenny. Asistencia de dirección: María Marta Matías. Prensa: María Marta Matías. Producción: Adrián Herrera. Dirección y puesta en escena: Galileo Bodoc.







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